El 11 de abril de 1986, Ludmilla Braverman dio a luz a Inna y esperó hasta el 26 de abril para llevar a su hija a dar su primer paseo por Cherkasy a unos 200 kilómetros de Chernobyl.
Ese mismo día, la central nuclear de Chernobyl tuvo el peor accidente de la historia al liberar 400 veces más radiación que la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima.
“Mi madre siempre decía que la central eléctrica se emocionó tanto cuando me vio la primera vez que explotó”, dijo Braverman entre risas durante una charla con ISRAEL21c en Español en su oficina en un piso 21 con vistas a Tel Aviv.
Si bien Inna Braverman contó la historia con humor, en ese momento la entonces niña sufrió un paro respiratorio y fue declarada clínicamente muerta. Su madre, una enfermera capacitada, le hizo reanimación boca a boca para salvarla.
“Me dieron una segunda oportunidad en la vida y siempre sentí que tenía que hacer algo importante”, afirmó Braverman.
Y así lo hizo. Como directora ejecutiva de Eco Wave Power, una empresa de energía renovable con una tecnología para generar energía limpia a partir de las olas del mar, recibió numerosos reconocimientos, incluido el Premio de Acción Climática de las Naciones Unidas y el Sello de Excelencia de la Comisión Europea.
El poder de las olas
El hecho de que casi fue víctima de la energía nuclear hizo que Braverman siempre se sintiera responsable de encontrar fuentes de energía alternativas.
Al crecer en la ciudad costera de Acre (Akko) en la Galilea occidental de Israel, Braverman pasó mucho tiempo en el mar y quedó fascinada con las olas.
En la Universidad de Haifa estudió ciencias políticas y literatura inglesa -pensaba dedicarse a la política- y después de graduarse hizo traducciones para una empresa de energía renovable pero todavía pensaba en el poder de las olas.
Al cumplir 23 años conoció al empresario canadiense David Leb en una fiesta en una piscina. “Me preguntó: ‘¿Cuál es tu pasión?’ y le dije: ‘La energía de las olas’, y él dijo: ‘¡La mía también!’. Fue una combinación mágica hecha en el cielo de los negocios”, reveló.
Juntos unieron fuerzas y comenzaron a estudiar empresas que habían tratado de aprovechar el poder de las olas y convertirlo en energía renovable. “Apreciamos sus esfuerzos porque nos enseñaron mucho. No hubiéramos podido desarrollar nuestra tecnología sin ellas”, dijo.
Los principales problemas de las compañías de energía undimotriz en alta mar eran que la tecnología era cara y frágil; nadie aseguraría las instalaciones y los ambientalistas se opondrían por cuestiones relacionadas con la construcción en el océano.
“En el pasado, las personas interesadas en la tecnología de olas buscaban olas más grandes en alta mar, pero cada vez que quieres instalar o reparar el sistema, tienes que meterte al agua y es muy caro. Existía el caso de Pelamis, el famoso error en Escocia. Se hablaba de que que eran el futuro de la energía de las olas e invirtieron 150 millones de dólares y el sistema se rompió después de tres días”, relató Braverman.
Solución con flotadores